Fotografía: Sara Aliaga Ticona
Texto: Ara Goudsmit Lambertín
Estela Ramos tiene 56 años. Nació en la comunidad de Chulumani pero migró con su familia a La Asunta, la comunidad Las Américas donde reside actualmente. Estela siempre sintió la necesidad de poder seguir un camino diferente al que se le había impuesto como mujer cocalera, ella luchó para poder acabar el colegio y ya, como una mujer adulta, pudo entrar a la universidad a estudiar agronomía. No sólo se destacó con sus notas sino por la fuerza que tiene en hacer cosas diferentes, un ímpetu que la motivó también a entrar a espacios sindicales y políticos para poder impulsar cambios entorno a la lucha por la defensa de derechos fundamentales de las mujeres productoras de hoja de coca y el medio ambiente.
Desde algunos años, como activista, Estela ha impulsado encuentros de mujeres donde puedan expresarse sin miedo y así escuchar sus necesidades, vivencias y propuestas para cambiar su realidad. Una de sus grandes soluciones es formar a “promotoras comunitarias” para generar el cambio, pues ella considera que las mujeres deben estar unidas para que se las pueda escuchar y tener más conocimientos sobre sus derechos y a la educación.
Durante la pandemia las escuelas cerraron y estela se dedicó de oficio a seguir dando clases a los niños de su comunidad. Estela ha trabajado por los derechos de las mujeres hace más de una década y ella entrelaza luchas, inspira, motiva e impulsa escenarios para tener cambios necesarios y des-estigmatizar a las mujeres productoras de hoja de coca. Con esfuerzos como los suyos, ellas pueden lograr tener vidas más dignas y con más equidad.
La Asunta se caracteriza por ser el mayor productor de hoja de coca de toda la región de los Yungas, La Paz. Recorriendo diferentes pueblos de este municipio se podía evidenciar montañas repletas de plantaciones de hoja de coca.
Noemí Prieto es una mujer productora de hoja de coca de la comunidad de Alto Charobamba. Como madre de familia, esposa y productora de coca, no se había imaginado hacer otra cosa aparte de los roles establecidos para ella. En una de las reuniones de la central en la que Noemí acompañaba a su esposo, se enteró de las actividades que realizaba Estela Ramos, promocionando diversos talleres para mujeres donde también les brindaba información sobre sus derechos. Por ello decidió asistir al encuentro de mujeres que organizó Estela y fue este evento que despertó una necesidad de transformación en su vida y el modo de verse a sí misma.
Durante la cuarentena acatada debido a la pandemia de la COVID-19, afloró en Noemí ese empoderamiento para su propia vida. Ella siempre quiso sembrar una huerta y dado el contexto y el territorio en el que vive, fue una idea tan acertada que ayudó a su familia durante la escases de alimentos debido al confinamiento.
Una bolsa de hoja de coca recolectada y esperando para su distribución.
Una bolsa de hoja de coca recolectada y esperando para su distribución.
Najhely Bustamante, es una niña lideresa de la comunidad de San Martín, La Asunta. Ayuda a su madre Viviana en el cultivo de hoja de coca en proceso de crecimiento, aquellos a los que se denominan “wawacoca”.
Najhely, a su corta edad, también asistió al encuentro de mujeres organizado por Estela Ramos. A su corta edad, tiene un gran interés y conciencia sobre las transformaciones que deben ocurrir entorno al género y el medio ambiente, para que las mujeres cultivadoras de hoja de coca de su comunidad y del municipio de La Asunta vivan en lugares más dignos.
Faustina Carreño tiene 70 años y vive en la comunidad de Calisaya. Ella es madre soltera de 8 hijos y se separó de su esposo años atrás debido a que sufría mucha violencia. Además de haber sido vendida por sus padres, se fue con sus hijos de Irupana y los educó sola en Calisaya. Como productora de hoja de coca vio y vivió muchas luchas históricas protagonizadas por los sindicatos cocaleros y, debido a su carácter activo, fuerte y organizado era una de las pocas mujeres en alzar la voz en reuniones importantes. Esto la llevó a ser representante de su central en tiempos donde las mujeres no tenían cabida en esos espacios.
Faustina vive actualmente sola, siembra, cosecha y viaja par a vender su producción de coca, esencialmente la hoja de coca. Durante el inicio de la pandemia Faustina, gracias a su conocimiento del uso de las plantas medicinales, creó ungüentos a base de coca y otras hierbas para aliviar las dolencias de las personas que estaban enfermas durante el confinamiento, muchos de ellos posibles enfermos por COVID-19.
Érika Apaza Aguilar, de 25 años, nació y creció en la comunidad de Chamaca. Vive junto a su madre, sus dos hermanas menores y dos sobrinos. A pesar que las mujeres miembros de su familia sufrieron violencia, lograron salir de ella. Érika se sustenta de la producción de la hoja de coca y ha pasado gran parte de su viva en el cocal donde ha generado una conexión muy estrecha con su entorno y con la tierra, que le han ayudado a desarrollar una gran imaginación la cual pese al contexto machista en el que creció. Ella recurre los libros como gran fuente de inspiración y el sueño de Érika es ir a la ciudad de La Paz para estudiar literatura y ser maestra. Durante el encuentro de mujeres de La Asunta, donde tuvo una resaltada participación e interés en las temáticas debatidas en torno a los derechos de las mujeres, Érika está motivada para seguir sus sueños.
En el mercado de la hoja de coca, ADEPCOCA, desde tempranas horas de la madrugada se puede ver el movimiento de mujeres vendiendo los “taque”, bolsas grandes de hoja de coca, al por mayor y menor.
La hoja de coca es una planta que tiene una representación cultural dentro la cosmovisión de la región, pero seguirá siendo estigmatizada hasta que no se cambien las narrativas entorno a ésta. Pese a tener un significado tradicional y cultural, las personas que viven de los cultivos de coca pueden seguir siendo estigmatizadas. Por ello, es necesario generar un proceso de transformación de las narrativas para cambiar el imaginario colectivo sobre las áreas rurales y redirigir la responsabilidad a los eslabones más altos del narcotráfico.
Sara Aliaga Ticona, fotógrafa boliviana y exploradora de National Geographic centrada en el género, la identidad y los derechos humanos de comunidades vulnerables, trabaja actualmente en comunidades indígenas de la Amazonia boliviana y los territorios andinos
Ara Goudsmit Lambertín es politóloga de la Universidad de Los Andes, Bogotá-Colombia. Ha colaborado con distintos medios de comunicación bolivianos y obtuvo el Fondo para Investigaciones y Nuevas Narrativas sobre Drogas (FINND) de la Fundación Gabo.